Tener una SL implica un coste económico que puede suponer una dificultad añadida cuando tu bolsillo no está precisamente lleno. Desde los costes de inicio de la actividad con la constitución de la empresa, pasando por lo que podríamos llamar su mantenimiento, costes sociales y hasta una eventual disolución (si la cosa no funciona) cuya tramitación también es un coste importante.
Hay que hacer una proyección temporal del negocio, para elegir el mejor momento en el que asumir esa responsabilidad, para que no sea ni demasiado pronto, ni demasiado tarde.
A pesar del riesgo que existe, es llamativa la obsesión de los emprendedores por crear una empresa (una sociedad de capital, como puede ser una SL) para empezar a trabajar. Muchas son las personas que pasan por el despacho buscando asesoramiento técnico-jurídico y en la mayoría de ocasiones de lo primero que te hablan es de constituir una sociedad, sin saber que existen muchas otras alternativas más sencillas y económicas; y cuando les preguntas el motivo por el cual quieren hacerlo, las respuestas son vagas, la mayor parte de las veces obtienes un “porque sí”.
¿En qué situaciones hay que valorar positivamente la constitución de una sociedad?
- Cuando tus potenciales clientes sean otras empresas y vean con buenos ojos que el producto o servicio se lo venda otra sociedad
- Si necesitas de inversores que impulsen tu proyecto.
- Cuando necesites de la participación de otras personas que dependan del buen resultado del negocio
- Tu negocio tiene un factor riesgo tan elevado que sea preciso poner a salvo tu patrimonio personal y familiar.
Como es obvio, para cualquier despacho de abogados, gestoría o asesoría, es más rentable tener como clientes a sociedades que a autónomos u otras figuras sociales; pero puede que tener una sociedad limitada no sea lo que más te convenga. Sal de la corriente, y analiza bien perjuicios y beneficios de cada modelo que las leyes ofrecen.